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“Para mi corazón basta tu pecho,

para tu libertad bastan mis alas.

Desde mi boca llegará hasta el cielo

lo que estaba dormido sobre tu alma”.

Estos versos de Pablo Neruda, contenidos en su notoria publicación Veinte poemas de amor y una canción desesperada, los escribió el poeta chileno muy joven, como el resto de la famosa obra.  No estaba ni en la veintena cuando Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto, el verdadero nombre del premio Nobel de literatura, quiso plasmar por escrito sus vivencias amorosas, las aventuras pasionales que la juventud, apasionada y loca, idealiza y enaltece.

Pues siguiendo el ejemplo de Neruda y haciendo un guiño a la que fue su obra más célebre, me decido, a mis 41 años, a publicar mis poemas iniciáticos de juventud y alguno más reciente .

La diferencia entre el que fuera uno de los más grandes poetas del siglo XX y el que aquí escribe, aparte de la obvia e innegable calidad, es que yo los envuelvo en un lienzo de comercialidad (el objetivo, no los poemas) muchos años después de que brotaran de mi mente con el sencillo propósito de que dejen de acumular polvo en los azulados cuadernos del instituto o en los ficheros olvidados de los discos duros fantasmas.

Te confieso, apreciado lector que me dedicas un instante de tus quehaceres cotidianos, que he tenido mis dudas razonables a la hora de decidir si publicaba o no este poemario. Y te cuento porqué.

Tenía plasmados unos cuantos versos,  que empezaron a surgir cuando los primeros amores reales fueron llegando de una forma tangible, no con aquellos idealizados y virtuales en los que uno pierde las horas de sueño sin un propósito. Esto pasó, desgraciadamente para mí, muy tarde.

Dos cuestiones me impedían enseñarlos más allá de algún íntimo conocido: la vergüenza y el recuerdo.

El primer inconveniente lo sigo teniendo. Yo, castellano, sobrio en las apariencias y tierno en las confianzas, no me decidía a salir de mi zona de confort, tan de moda hoy en día. El segundo, el pasado, me persigue allá donde vaya, a cada paso y en cada momento del día. Ella y siempre ella, ahora contemplando la vida desde las nubes o a mi ladito en los ratos de soledad y desasosiego.

ilustración de mi libro

Como iba diciendo, el material lo poseía en abundancia, algunos productos de calidad y otros perecederos. Tenía que seleccionar entre tanto género, no quería que se echara a perder aunque varios sé que acabarán en el contenedor de la esquina… y en ello me embarqué en cuanto pude dejar atrás mis obligaciones profesionales. A pesar de que algunos de estos poemas ya los había publicado en mi viejo blog, la repercusión era mínima.

Y tras las dudas y el trabajo llegó la hora de darlos a conocer.

Aquí están los primero poemas que quiero compartirte, aquellos que nacieron siguiendo un mandato de mi corazón y desobedecieron, por contra, a la razón. Estos versos creo que son lozanos, valientes, sencillos…Algunos pecan de repeticiones y de egolatría, fruto de la prisas y de la iniciación e inexperiencia en este mundo literario, otros alumbran una nueva poesía que moldeo actualmente y que deseo se plasme en otro volumen con el pasar del tiempo.

He de decir que la poesía que puedes encontrar en Treinta poemas de amor y una canción esperada no aspira a competir en ningún certamen ni a alcanzar a los Dioses del olimpo. No la hice concienzudamente. NO. Es poesía desnuda, natural, que brota de un momento de inspiración sin buscar demasiados artificios o telas de araña.

Por eso creo va destinada a un tipo de lector o lectora muy amplio. Desde una enamorada hasta un albañil.

Pero el objetivo que pretendía con mi libro no era solamente el que cuento. También deseo poder generar emociones vitales en estos tiempos inauditos. Pretendo que te pares, desconectes de la dura jornada y que le cantes unos cuantos versos a tu amor, a tu compañera que ya no te habla, al hombre que siempre has querido y que sigue junto a ti, a tu princesa de bocas de fresa, al que te soporta y te alegra el día.

Si consigo transmitir un mínimo de emoción y que tu vida se transforme, aunque solo sea por minutos, ya me doy por satisfecho.

Pongámosle emociones a la vida. Dejemos que el amor triunfe y ocupe un lugar cada vez mayor en nuestra lineal existencia. Si das amor siempre vendrá de vuelta.


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