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Se nos va el año de la pandemia. Doce meses en el que a muchos les ha cambiado el signo, el rumbo marcado y en el que esta generación milenial ha presenciado, y sigue presenciando, demasiadas muertes, cuantiosas desgracias personales muy de cerca.

A estos jóvenes, que pasaban por la vida como quien vuelve al abrigo paterno tras un periodo de independencia, a mesa puesta, o los que se han currado sus estudios y sacado adelante sus masters y trabajos con tesón y esfuerzo económico de sus progenitores, seguro que el 2020 no les ha dejado indiferente.

Parecía raro que los pijos, punkies, góticos, hipsters, raperos, frikis, gamers, swaggers, muppies, reggaeatoneros, chonis, peperos, podemitas…,  la generación que ha vivido sin grandes acontecimientos globales desde la guerra civil española o la segunda guerra mundial, exceptuando una gran crisis económica de la que aún no nos hemos repuesto y de la cual arrastramos sus consecuencias, aquella que no conoció la peste o un conflicto armado en el que sus propios compatriotas se mataran por desavenencias ideológica o culturales, tuviera que enfrentarse a un gran desafío planetario sin comerlo ni beberlo.

cambio climatico

Acostumbrados a juguetes tecnológicos, a vacaciones de sol y playa, a viajar por su propio país o por Europa frecuentemente como quien coge una autobús al distrito centro, a trenes que vuelan y discotecas de espuma; habituados a pasar horas y horas pegados a una pantalla y a tertulias pachangueras de personajes insustanciales, a tumbarnos en el césped y a siestas domingueras creyéndonos los amos del mundo en un transcurrir diario lineal (las emociones fuertes venían a lo sumo de un videojuego violento o de una peli de zombies).

Estoy hablando, lógicamente, de los habitantes del primer mundo, los cuales parecía que viviéramos en una burbuja, aislados del resto del planeta, a salvo de contagiarnos de los males de otros, como si nosotros, los europeos o norteamericanos, fuéramos una raza especial destinada a vivir placenteramente en una existencia cada vez más tecnológica y cómoda que había erradicado los grandes males en materia de salud. Como si nos pareciera imposible que algo tan lejano como una pandemia –cuesta decirlo aún hoy en día-pudiera golpearnos en pleno siglo XXI.

Y vaya si nos ha golpeado.

María es una atleta que estaba preparándose para los próximos juegos olímpicos –por cierto ¿alguien sabe cuándo se deberían de celebrar?-. Estaba pasando por la mejor época de su vida. Exceptuando aquella deportista que tuviera problemas personales o familiares, María –me he inventado el nombre- llevaba un plan de vida impresionante,  rebosaba juventud y energía. Se levantaba cada día con un objetivo y se acostaba agotada pero feliz, sabedora de que había dado un pasito más hacia el éxito.

Es innegable que María hoy en día sigue esforzándose por alcanzar su sueño pero se siente extenuada por otros motivos ajenos al deporte. Quizás María se pregunte cada día cuanto falta para vencer a este sentimiento de tristeza y de incertidumbre que nos acompaña en cada momento, cuando podrá abrazar a sus abuelos o besar a su tío que vive en Murcia. Quizás María haya perdido a algún ser querido o conozca a alguna compañera de clase que esté atravesando por un momento personal difícil.

Como María hay millones de personas que han visto como este bicho llamado COVID19 les alteraba su normal existencia.

Nos cuesta asumirlo. Algunos nos enfadamos cuando presenciamos, a diario, tanta irresponsabilidad en las calles y establecimientos diversos. Otros, ajenos a esta difícil realidad, parecen desentenderse creyéndose superhéroes o, lo que es peor, sin importarles las vidas ajenas.

El caso es que ya llega por fin el nuevo año. Sabemos que lo peor del bicho saldrá previsiblemente en estos meses hasta que se alcance la inmunidad del rebaño. Tenemos puesta la esperanza y la fe en la ciencia. Queremos que esta crisis global sirva para un cambio de hábitos y mentalidades. Repetimos lo mismo que repetíamos cuando sucedió la no tan lejana crisis económica, que había que reformar el sistema, que estaba caduco y era la causa de todos nuestros males.

Ahora, la naturaleza nos ha dado un primer aviso. Los científicos aseguran que este será el primero de otros más graves que llegarán en forma de pandemias y catástrofes naturales. Pero siguen existiendo viejos males como la desigualdad, cada vez más acentuada, y otros que no hay que perder de vista como las hambrunas, la crisis del agua, la migraciones…

A María seguro que le importan estos problemas, estoy convencido que tendrá conciencia medioambiental y social,  aunque cuando este primer aviso se olvide y la salud haya pasado a segundo plano, ella, como tantos otros ciudadanos ejemplares, seguirán con su rutina diaria pensando que no tienen nada que hacer para solucionar las dificultades globales, que es una utopía.

Y aquí paz y después gloria. ¿o nos toca infierno?

Cada pequeño gesto o acto cuenta. Que no se nos olvide. Que no se te olvide.


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